domingo, 22 de noviembre de 2009

Pancha la taza rota

Había una vez hace mucho tiempo atrás, en un pequeño pueblo perdido en medio de un gran bosque, lleno de hermosos y diversos colores de flores. En ese peculiar lugar existía una casa con un techo de paja seca, paredes, piso y puerta de madera, poseedora de grandes ventanales.

Sus habitantes eran una pequeña familia muy común. Cada mañana salían todos los miembros de la familia a sus diversas actividades.

Una de sus cualidades de esta familia es que nunca se metían en problemas con nadie, ni en chismes, ni en nada, se podría decir que tenían una vida algo aburrida.

Pero lo que les pasa a ellos no es algo que sea de mucha importancia, si no de otro personaje que vivía en esa casa. Un personaje de cuerpo algo redondo, color blanco, sólo tenía una oreja y a medias, y por si fuera poco le rompieron la boca, respondía al nombre de Pancha la taza rota.

Cuando Pancha era joven, su dueña una señora chaparrita, güerita y gordita, la usaba mucho, pero al momento de lavarla se le resbalaba de sus pequeñas manos, y la pobre Pancha iba a dar al suelo. Cuando la levantaba, la enjuagaba, la ponía con los otros trastes y se retiraba, Pancha se empezaba a quejar.

--¡Ay!, ¡ay!, Me duele mucho mi regordete cuerpo.

Y un pequeño posillo de metal le contesto.

--No te preocupes a mi me ha tirado muchas veces, durante mis tiempos de frecuente uso y mírame sigo sano.

--Si pero tu no te rompes, –Le contestó tristemente Pancha— y yo si.

--¡Chín¡ no había pensado en eso. –contesto consternado el posillo.

Después de esa corta plática, pasaron muchos días y en esos días, Pancha fue a dar al piso muy frecuentemente y poco a poco fue perdiendo pedazos de oreja y boca.

Como era de suponerse Pancha siempre que la alzaban se quejaba y los otros trastes empezaban a aburrirse de escuchar siempre las quejas de esta pobre alma en pena, ya no sabían que consejos darle y sus respectivas paciencias comenzaban a agotarse.

Cierto día uno de los hijos de la señora, llegó a su casa, pero estaba harto, cansado y un tanto desesperado.

Normalmente ese hijo es de mucha paciencia, pero ese día estaba fastidiado, al parecer tuvo un día pesado y agitado, porque llego oliendo a chivo correteado.

La mamá lo vio y lo saludó, el se acerco a ella, por que en esos momentos la mamá estaba lavando los trates. Al acercarse el con una cara de pocos amigos la mamá se sorprendió mucho y le cuestionó.

--Ahora tu ¿qué traes?, ¿por qué llegas con esa carita?

El hijo en vez de contestarle de buen modo, se enoja más y le contestó mal, se dio media vuelta y se fue.

Por supuesto, la mamá que es muy enojona, al ver eso y escucharlo hablar así, se exaspero demasiado, inclusive el color claro de su piel paso a ser rojizo, le hecho una terrible mirada y sus lacios cabellos se pusieron de punta.

Por el mismo motivo se ofuscó y no pensó, le grito a su hijo, tomo a la pobre Pancha y al voltear el, le arroja a Pancha con gran fuerza, que al impactarse la boca del práctico utensilio en la frente de su hijo, hubo un sórdido sonido del golpe y aparte que se escucho el grito de sufrimiento de Pancha.

Por lo menos cuando el hijo fue a dar al piso por el terrible golpazo, alcanzo a detener a Pancha en el aire, antes de impactarse y fragmentarse en mil pedazos en el piso. Esto ocasionó que se rompiera menos, pero ya la pobre Pancha tenía toda la boca rota.

La señora se acercó al lugar de los hechos y recogió a Pancha de las terribles garras del enemigo. Al verla más rota dejó escuchar un gemido de profundo dolor.

--¡ohhhhhh!, no puede ser... –y después dijo—Pancha, mi pobre Panchita, estas más rotita, perdóname.

Volteó a ver a su hijo que apenas se levantaba del piso y le dijo:

--Ya vez lo que ocasionaste, la pobre Pancha esta más rota.

El hijo sólo guardo silencio, se quedo ahí un rato observando a Pancha y a su mamá, después se fue.

Al cabo de unos momentos, la señora enjuagó y guardó a la pobre taza.

Al día siguiente al anochecer, el señor, su esposo, le trajo una taza nueva, la señora le agradeció y la empezó a usar.

Al paso de los años, a la pobre Pancha por estar rota la fueron arrumbando, y se iba llenando de polvo, y ahora se quejaba por que ya no la usaban.

Después de otro largo tiempo Pancha observo que otro traste, que perdió completamente la oreja y que tenía un hoyo casi en el fondo, lo fueron arrumbando, como a ella.

Un día se decidió acercarse a aquel traste y le dijo:

--oye a ti ¿qué te paso?

Este traste volteo y Pancha lo reconoció, no se trataba más que de René el posillo, con quien ella había hablado hace ya muchos años atrás.

Al reconocerse mutuamente le contestó:

--A ti tan siquiera te aventaron contra una cabeza, a mi no.

--Y ¿entonces? –preguntó Pancha totalmente intrigada.

--Bueno... –contestó René—me iban a aventar contra una cabeza, pero se alcanzó a agachar mi objetivo y fui a dar contra un Roble, entonces fue cuando me rompí y despostille.

Al escuchar esto Pancha se entristeció, pero al observarse a ella misma y recordar que estaba arrumbada, se alegró, por que por fin iba atener un compañero del mismo dolor, que no se había hecho añicos.

Y así vivieron felices recordando sus momentos de cumbre, cuando frecuentemente se caían.

FIN.

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