domingo, 8 de noviembre de 2009

Asesino serial

Es una noche más oscura que de lo normal, las calles no tienen alumbrado; está en total silencio, todo el mundo duerme, descansa para poder levantarse al día siguiente y así poder seguir con su monótona vida.

En una esquina, una masa inerte, no tiene nada de forma, podría ser un perro echado, una bolsa de basura, un vago, un muerto, cualquier cosa, por eso, el oficial se acerca para averiguar de que se trata, últimamente han habido muchos homicidios, parece que un asesino serial ha aparecido en esta ciudad, en la que ya no se puede reposar tranquilo.

El oficial se acerca, se pone en cuclillas, es un hombre lo que está ahí tirado, prende su linterna y el sujeto se mueve.

-No me arreste oficial, no tengo casa me acaban de correr por deber cinco meses de renta, tampoco tengo trabajo, pero tengo que darles de comer a mis hijos, que están más al fondo, por favor, se lo suplico, no he hecho daño alguno. –Mientras dice eso se pone de rodillas y junta sus manos como si estuviera pidiéndole algo a un ser supremo.

-No te preocupes –Dijo el gendarme poniéndose de pie. –No te arrestaré, pero no duermas aquí mañana, sino el dueño de estos edificios se pondrá furiosos y probablemente te quiera hacer algo.

Mientras el policía se alejaba del desarrapado, éste le gritaba dándole las gracias. Apenas se hubo subido en su patrulla, cuando escuchó los gritos de una mujer pidiendo la presencia de los oficiales. El gendarme aceleró a fondo, llegó al lugar donde se oían los gritos. Bajó de su patrulla, vio a la dama que apuntaba con su vista a un objeto, el oficial se dirigió a ese lugar y pudo apreciar con la ayuda de su linterna el cuerpo de un hombre totalmente descuartizado, todas sus partes estaban amontonadas, pero lo extraño es que no había rastro alguno de sangre, sólo una cuanta y coagulada sobre las partes de aquel cuerpo que ya no tenía mucha forma.

Después de unas cuantas horas de espera, por fin llegó la policía pericial ha recoger el cuerpo y dictaminar que fue otra victima del mismo asesino. Todos los patrones se repetían: tenía marcas de que antes había sido torturado, murió poco a poco desangrado, finalmente lo descuartizaron y transportaron los restos a otro sitio, quizá lejano de donde lo habían matado.

La noche fue larga, la oscuridad parecía no tener fin alguno, hasta que los primeros rayos de luz ya iban desapareciendo las tinieblas, la calle en donde encontraron el cuerpo ya estaba limpia, y como siempre la policía seguía sin tener rastro alguno sobre la identidad del asesino. Las personas nuevamente se empiezan a reunir en la calle para hacer una manifestación pidiendo por la seguridad, reclamando que ya han pasado cinco meses desde que apareció aquel asesino y no tienen rastro alguno y ya van cuarenta muertos.

Inevitablemente la noche cae otra vez, la mayoría de las personas se encierran en su casa para evitar que sean las siguientes victimas, aunque no todas las personas se pueden esconder, existen otros que por su trabajo todavía andan rondando las calles hasta muy noche.

Entre ellas, una persona, que parece ser un visitante en esa parte de la ciudad, por que nadie de ahí lo había visto.

Este sujeto camina cabizbajo, solitario por aquellas calles de perdición, se detiene enfrente de una iglesia que lo impresiona, sus torres altas adornadas de forma barroca son lo que lo detienen, después contempla el enorme rosetón y sus bellos vitrales. No pudo evitarlo y se acercó poco a poca hasta estar frente a la puerta.

Tocó impaciente la puerta hasta que escuchó el ruido de unas pisadas quedas que se acercaban para abrirle. Primero se asoma una pequeña cabeza casi calva, los pocos cabellos que le crecían a los extremos era canos, su cara era de gente amable, llena de arrugas y tenía unos ojos abundantes de sabiduría:

-¿Qué se te ofrece hijo mío, por que llegas a estas horas de la noche a la iglesia que esta cerrada? –Tomó un poco de aire -¿Qué mal te aqueja que llegas tocando bruscamente la puerta de este santuario?

-¿Usted es el padre de esta iglesia?

-Si hijo... Pero dime que es lo que buscas.

-Siento mucho haberlo despertado padre, pero nunca había visto esta catedral... Bueno es que no soy de aquí, soy de un lugar lejano. Bueno vi la catedral y me llamo mucho la atención y me dieron muchas ganas de entrar para verla.

-Y ¿por qué no regresas mañana, así la vas a poder apreciar con claridad?

-Lo siento padre, pero es que soy muy impulsivo y no pensé en nada más que en entrar a ver; mañana no voy a poder venir, por que mañana en la mañana salgo a otro lado y en verdad me gustaría verla.

El primer pensamiento del padre fue cerrarle el portón e insistirle en que regresara otro día, pero al ser él un hombre santo, un siervo de Dios no pudo negarle la entrada al recinto, le sonrió y vio fijamente al joven que tenía en frente, después le hizo una señal con la cabeza para que pasara. Cuando hubo pasado el joven, el sacerdote cerró la gran puerta y le enseño la iglesia.

Éste muchacho se impresionó demasiado al ver tanta belleza le brillaron los ojos de la emoción.

El altar era enorme en el centro tenía a un Cristo crucificado con rayos dorados en los extremos, en las paredes para llegar al altar habían imágenes acerca de la vida de Jesús, desde que José y María lo tuvieron en un pequeño pesebre hasta su vía crucis y acaba en el momento de su resurrección. Las esquinas finamente adornadas con figuras doradas, bellas bóvedas.

-Es hermosa ¿no lo crees así hijo?

-Si padre, en verdad hermosa, nunca había entrado en una iglesia, la verdad es que no soy creyente.

-¡Dios Santo! –Exclamo el padre verdaderamente exaltado –Si no eres creyente entonces ¿por qué tanto interés en entrar a la casa de Dios?

-No lo sé, es lo mismo que me pregunto. –Dejó de apreciar la bóveda y volteó a ver al sacerdote. –Padre ¿en verdad si uno se confiesa, Dios perdona su alma?

-Por supuesto que sí hijo, Dios perdona, por su inmenso amor a todos siempre y cuando estén realmente arrepentidos por sus pecados y siempre acepta, aunque sea en los últimos momentos de su vida, a todas las personas que creen en Él.

-Entonces padre, puede escuchar mi confesión.

-¿No crees que es un poco noche para eso?

-No, para nada, es buen tiempo… Mañana podría morir, –sujetó al padre delicadamente por los hombros. –Por favor escúchela.

Dudó un instante hasta que respondió: De acuerdo hijo, esto es algo que no se lo puedo negar a nadie. Permíteme ir por mis cosas, mientras espera en el confesionario, no tardaré.

El joven se alegró y se dirigió al confesionario y lo espero de rodillas. Al poco instante llegó el padre para oírlo.

-Es mi primera vez que hago esto, no sé como empezar.

-No te preocupes hijo, yo sé perfectamente por lo que me dijiste hace unos instantes que nunca te has confesado. Simplemente dime tus pecados, te absolveré te diré tu penitencia, la cumples y listo Dios te ha perdonado.

-Está bien, pero antes de contarle mis pecados es preciso que le narre mi historia, para que me pueda comprender. ¿No hay problema?

-Claro que no, estoy para escucharte y perdonarte... y si puedo te daré consejos.

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Antes de cumplirlos me levantaba todas las mañanas a ordeñar las vacas, darles de comer tanto a ellas como a las gallinas y a los puercos, desayunaba y me iba a la escuela. Mi escuela era muy chica casi no habían alumnos, sólo unos cuantos de cada año. Yo era muy listo por que le ponía mucha atención a las clases, desde primero mis maestros me decían que si seguía así iba a poder tener un buen futuro y que dejaría de ser pobre a ser adinerado. Los ánimos que me daban los maestros me entusiasmaban mucho provocando que todas las mañanas me levantara con muchas ganas para aprender y vivir, amando a todas las personas... –Se calló unos momentos, para enjuagarse unas lagrimas que inútilmente trataba de ocultar. –Pero mis hermanos se ponían celosos, yo creó por que mis maestros que antes fueron de ellos, nunca les habían dicho lo que a mi me decían, empezaron a maltratarme, me daban fuertes golpes, me insultaban, pero eso no me importaba, por que los maestros, como ya le había dicho me apoyaban y también mi única hermana me ayudaba y me trataba de cuidar, me decía: cuando salgas de este rancho apestoso y te hagas de dinero recuerda que yo te quitaba de encima a tus hermanos abusones...

Cierto día mi papá sufrió un fuerte golpe en la cabeza que lo mantuvo inconsciente por largo tiempo, pero cuando despertó ya no era el mismo, no reaccionaba bien, parecía estar en otro mundo, se enojaba con mucha facilidad y hacía muchas estupideces. Un día en la noche me desperté por qué escuché un fuerte golpe, después escuche pasos que se dirigían a mi cuarto. De entre las sombras pude distinguir la silueta de mi padre, a los pocos momentos lo tenía encima, me tapó la boca y empezó a violarme, después me dio unos golpes y me puso junto a la ventana, vio mi cara y me dijo: ¿Por qué no eres vieja? No importa, sigo con fuerzas como para ir con tu hermana. Después me amarró a la cama. En poco tiempo, escuché que abrió la puerta del cuarto de mi hermana, después traté de no escuchar nada.

Esto comenzó a ser cada mes. Después de un tiempo mi hermana y yo le dijimos a mi mamá lo que nos hacía mi padre, pero ella no nos quería creer y nos castigaba, dándonos azotes y después nos ponía a hacer la limpieza, mientras ella se cuidaba sus golpes y lloraba.

Pasando unas semanas, mis hermanos en lugar de defendernos huyeron de casa y sólo nos quedamos mi hermana, mi mamá, el monstruo aquel y yo. Un día empezó a hacer esto cada dos semanas, pero lo cambiaba: Primero dejaba inconsciente a mi mamá, después se dirigía al cuarto de mi hermana, la traía a la fuerza al mío y nos obligaba a que tuviéramos relaciones entre nosotros, mientras tanto, nos golpeaba, ya más avanzada la relación el también se metía.

Después de tres años mi mamá se murió, al menos ya no teníamos a nadie que nos castigara, al año siguiente de la muerte de mi madre, en una de sus tantas violaciones mató a mi hermana, al enterarme, me llené de furia. Esperé a qué se durmiera, entré a su habitación sigilosamente, con una madera le golpe la cara varias veces y después lo castre para que ya no pudiera lastimar a nadie más.

Al medio año de eso, cuidando de los animales, recordé tristemente la muerte de mi hermana, otra vez entré con precaución a ese endemoniado cuarto, no sintió mi presencia, le pegue con violencia y mucha fuerza, el no podía defenderse, me suplicaba piedad, eso me enfurecía y lo golpeaba más fuerte, cuando ya no podía moverse lo puse de pie y lo amarré a la pared, a la cama, a lo que fuera con tal de que estuviera en pie, bajé por un cuchillo de la cocina, regresé a la alcoba y le empecé a hacer finísimas cortadas en puntos de dolor, después lo bañe en alcohol, lo dejé en paz, esperé varios días a que le cicatrizaran las cortadas, mientras, me encargaba de darle sólo lo necesario de comida, para que no se muriera de hambre. Una vez ya sanado de sus heridas, se las volví a abrir, pero ahora más profundas, cuando lo vi lleno en su sangre, sabía que era el momento de curarlo, pero ahora por otro método, tomé un poco de gasolina, la vertí en sus heridas y luego le prendí fuego, así lo hice con cada una de sus llagas, minuciosamente, varías veces le hice lo mismo, siempre sobre las mismas lesiones, no sé cuanto tiempo pasé haciéndole lo mismo, pero no me cansaba de hacerlo, siempre recordando a mi hermana y lo que nos había hecho. Cuando noté que su piel era amarillenta y que ya no iba a resistir más, lo maté haciéndole una profunda herida en el vientre, lo vi desangrándose poco a poco alrededor de dos horas y media, cuando estuvo seco, lo bajé y lo descuarticé.

Dormí una hora, después me levanté por que ya era hora de darles de comer a los tres cerdos que quedaban. Agarré lo que sobraba de esa bestia, lo lave y se lo di de comer a los cerdos, mientras ellos comían yo limpie la sangre, después me bañé y desayuné. Al lapso de unas horas lleve a mis cerdos al rancho vecino y me fui por siempre de ese lugar.

Estuve rondando en varias ciudades, hasta que llegué aquí, a esta enorme ciudad, pero después me fui a otra ciudad más pequeña, en donde conseguí trabajo. Trataba de olvidar todo lo que pasó en ese infernal rancho, pero no podía, aunque, lo que si pude hacer fue dejarlo indiferente de mí, de todas formas muchas noches me despertaba llorando por la muerte de mi hermana, deseaba que ella estuviera a mi lado, que viviera conmigo, pero ya no podía ser así, ella está muerta y no ahí remedio para eso.

Hace cinco meses y cuatro días, durante mi residencia en aquella ciudad, vi como un señor, un padre de familia desesperado, cansado de ser padre, comenzó a maltratar a su hijo, le pegaba duro y lo insultaba, simplemente por que el niño ya no podía caminar más rápido, le iba a volver a pegar, pero yo le detuve la mano diciéndole:

-“¿Pero qué diablos crees qué estás haciendo, pegándole así a un niño?”

-“Es mi hijo y yo sabré lo que haga con él” –Me miró muy enojando tratando de intimidarme. –“Ultimadamente a ti que te importa lo que le haga o no le haga”

-“Si le vuelves a poner una mano encima te arrepentirás”.

No dijo nada, simplemente, lo volvió a lastimar sin dejar de mirarme.

-“¿Y bien qué piensas hacer al respecto?”.

-“No quiero que tu hijo vea lo que te puedo hacer, así que sólo te diré que te arrepentirás de lo que acabas de hacer”.

Le di la espalda y seguí caminando, para fingir demencia y que no me viera que lo iba a seguir. Pero el me seguía gritando.

-“Para eso me gustabas, un cobarde más, huye, vamos huye y apártate de mi vista maldito animal”.

Me dejó de gritar cosas cuando me alejé de su rango visual, pero yo no le quité la vista de encima, tan siquiera ese ser despreciable dejó de golpear a su hijo. Yo lo seguí sin cansancio, si hubiera ido al fin del mundo hasta allá lo hubiera seguido. Los espié durante tres noches sin descanso alguno; al cuarto día me decidí, antes de que él entrara a su casa con mi mano izquierda le tape la boca y con la mano derecha le sujete la espalda, encontré su médula y le propiné un buen golpe, lo fui llevando por la oscuridad hasta donde había dejado mi automóvil, le pegué en el cuello para que se desmayara, luego al llegar a mi casa lo amarré de la misma forma en que amarre a mi padre, no le hice nada hasta que recobró el conocimiento.

-“¿Te acuerdas de mi infeliz?”

-“¿Quién eres?... ¿Quieres dinero?... Mi familia te pagará lo que quieras, pero déjame libre, te prometo que no te delataré, por favor tengo hijos.

-“Por ellos te tengo aquí, no quiero que les vuelvas a pegar, no tienes ni idea de lo que sufren, te dije que te ibas a arrepentir.”

-“Te recuerdo ahora, eres el sujeto que me dijo que no le pegara a mi hijo. Por favor, en ese momento estaba ofuscado, no sabía lo que hacía, perdóname y déjame en libertad, te prometo que no les volveré a pegar.”

-“No te creo, tu le pegas a tus hijos por todo, aunque no regreses del trabajo enojado o de la casa de tu amante”.

Ya no supo nada que decirme, lo pensaba poner en libertad, pero vino a mi mente la imagen de mi hermana y la cara de ese señor se convirtió en la cara de mi difunto padre, así que no pude aguantar más y lo empecé a golpear, me encantó escuchar sus gritos de dolor y de piedad y los que sacaba pidiendo ayuda, pero afortunadamente mi casa estaba muy apartada de las demás y nadie podía escucharlo.

De un momento a otro, la razón entró en mi y me percaté de que no era a mi padre a quien golpeaba sino a ese sujeto, no sabía que hacer, no quería matarlo, pero si lo dejaba vivir sabía que me iba a denunciar, pensé en mi hermana y en todos lo niños que han pasado situaciones como las nuestras y lo maté, dejando que se desangrará por el estomago, justo como le di fin a mi padre. También gocé verlo desangrarse, pero el aguantó más, unas cuatro horas más o menos, que es lo promedio, al termino de eso, lo moví hacía donde no había sangre y lo descuartice, limpie el charco de ese liquido obscuro, me llevé el cuerpo a mi coche y conduje.

No sabía a donde ir y me acorde de esta gran ciudad y ahí dejé el cuerpo en una callejuela oscura.

Mi tercer víctima fue una señora que no creía en lo que su hijo le decía y lo golpeaba según ella por mentiroso, investigué y el niño le hablaba con la verdad, por tal motivo decidí que tenía que morir para que así no molestara a nadie más.

Mi cuarta víctima fue un padrote pedófilo, que aparte de tener relaciones con su trabajadora de trece años, la golpeaba sino lo complacía haciendo lo que él quería. A parte de la muerte de mi padre, la de este sujeto fue la segunda que más he disfrutado, después de él todas las muertes me son iguales.

A este pedófilo, primero le enseñe que las relaciones con violencia son malas, lo castré, lo que le quité se lo puse en el ano para que sintiera lo que su trabajadora siente y en especial cuando lo hace con violencia. En la herida que le quedó le prendí fuego, sin gasolina, por tal motivo me costó un poco de trabajo que se quemara, repetí las múltiples cortadas, igual a las de mi padre, se las curé con alcohol, también le pegué y le di de comer, así estuve con el dos días, al tercero hice mi clásico ritual de desangramiento, pero esta vez no quité el cuchillo de su estomago, se lo dejé incrustado, e inevitablemente agonizo dos horas más que los demás, mientras seguía colgado lo empecé a desmembrar, primero le cercené la cabeza, después los brazos, a continuación partí el tórax en varios pedazos y continué así con el resto del cuerpo hasta reducirlo en pequeñas partes. Todo lo llevé a la regadera, donde le di su último baño al desgraciado y después lo fui a dejar por ahí.

De esa forma seguí con las demás cuarenta y un víctimas. Los policías piensan que sólo son cuarenta, pero no tienen idea de la muerte de mi padre, de mi primer asesinato y tampoco tienen idea de quien ha hecho esto. Me llaman asesino serial, loco, despiadado, pero en verdad soy un héroe. A cuantos niños he salvado de seguir siendo lastimados, de la injusticia que sus padres les hacen, yo los defiendo por que son muy chicos como para poder hacerlo por si mismos, soy un héroe, un salvador, no un demente.

Tanto me han llamado loco, asesino, y muchos otros adjetivos, que están a punto de desquiciarme verdaderamente. –Se detuvo para agarrase la cabeza y después golpeo fuertemente en donde estaba arrodillado. –No estoy loco padre, usted dígame ¿en verdad cree que una persona demente podría haber planeado y espiado a sus víctimas como lo hice yo? No lo creo, un loco nunca hubiera planeado ni espiado, ni entrar sigilosamente a un cuarto, como lo hice yo, ni dejar rastro alguno para que den conmigo, si estuviera loco ya me hubieran cachado, ya me hubieran arrestado, si estuviera loco, ni siquiera me daría cuenta de lo que pasa a mi alrededor, pero me entero a la perfección de lo que pasa y sé esconderme para poder proteger más niños de las injusticias que viven.

Soy un héroe con perfecto equilibrio mental, no un asesino serial demente. ¿O usted cree lo contrario padre?>>

El sacerdote no contestó nada, no podía creer lo que acababa de escuchar, que tenía enfrente de él a un homicida insano y que si no lo tenía en paz en cualquier momento podría matarlo.

-¿Me cree loco padre?

-No hijo mío, no lo creo, –se detuvo para limpiarse el frío sudor que le pasaba en la frente. –Pienso que tú tienes toda la razón, eres un héroe con perfecta salud mental.

-Gracias padre, ya lo sabía.

-¿Pero por que viniste aquí, a relatar tu vida sino quieres que nadie lo sepa para que no te atrape la policía?

-Vine aquí por que sé que el secreto de confesión es muy importante y sé que usted no va a decir nada, pero a la vez quería que alguien supiera de mis actos heroicos sin que me delatara y creo que vine al lugar indicado, ahora que celebro mi víctima cuarenta y uno. No quiero morir sin que alguien sepa de mis hazañas.

-Ve tranquilo, que yo no diré nada, esto es secreto de confesión.

El asesino se puso de pie y se disponía a partir, pero antes le dijo al cura:

-Padre, si me atrapan los oficiales por que me empezaron a investigar, sabré que usted dijo algo y me tendré que vengar, aunque me duela.

Le dio la espalda, sabía que aunque el cura no le respondió, éste había entendido con claridad su sutil amenaza.

Mientras abría la puerta de la catedral para irse, los primeros rayos del alba entraban por los vitrales y el enorme rosetón, alumbrando la iglesia majestuosamente. Antes de salir de catedral le dio una última ojeada.

-Magnífico, no hay cosa más bella. –Para su interior –Sólo se compara con mis actos heroicos llenos de valentía.

Después se retiro poco a poco, mientras el cura seguía sentado en el confesionario, recapacitando en lo que le contó el asesino.

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