domingo, 25 de octubre de 2009

Bautismo

BAUTISMO

-Esta noche es algo distinta, lo siento en el ambiente: es enfermizo, frío, vacío, violento.

El vapor que emana de las coladeras se eleva poco a poco con caprichosos movimientos que oscilan de un lado a otro, llevándose el mínimo calor que podría aumentarle la temperatura a un humano, un simple y perecedero humano.

Las construcciones cercanas y las calles empedradas provocan que los sonidos ocasionados por pisadas se pierdan en el eco, sin dejarnos rastro alguno de dónde fue su origen. Las mórbidas luces del alumbrado público se van desvaneciendo ante la profunda oscuridad de la noche, la vista de un simple humano no podría ver nada, ni reconocer seres vivientes del bien o del mal.

-Siento que está noche moriré.

-¿Qué diablos te pasa, cómo lo sabes?

-No lo sé, sólo lo siento. Es algo que no puedo explicar.

-Has estado muy extraña desde hace unos días. ¿Tu muerte es lo qué te preocupa?

-No es mi muerte lo que me preocupa, es algo que va más allá de fenecer, una vida después de eso, una vida de condenado… una vida más allá de… la comprensión humana.

-Créeme que no entiendo nada de lo que dices.

-No sé cómo explicarlo.

-Será mejor que te olvides de eso y duermas.

-No lo puedo hacer, pienso en cómo podría seguir viviendo sin ti, ya que, a la muerte de nuestros padres tú me has protegido y cuidado de todo lo que puedes.

-Deja de pensar en eso, no creo que hoy mueras.

-Mi muerte no me preocupa, me angustia la tuya.

-¿Qué estas diciendo, cómo que la mía?

-…

En medio de tal oscuridad los movimientos ondulatorios de una gabardina con doble forro negro y rojo, se aprecian y avanzan rápidamente, pareciera que quiere huir o que va a llegar tarde a un lugar.

Este sujeto se detiene bajo una de las farolas, cuya luz aún no se ha extinguido, prende un cigarrillo permitiendo ver sus vestimentas: una camisa blanca con holanes en las mangas y alrededor de los botones; una gabardina roja por dentro, negra por fuera, abotonada sólo hasta el esternón, un pantalón liso y negro, unos botines oscuros y finalmente un finísimo sombrero de copa del mismo color. Sus blancas manos se pierden entre el color de la camisa. Levanta la cara después de haber prendido su cigarrillo, exhala el aire de sus pulmones y una espesa bocanada se eleva, vuelve a inhalar, su cara es totalmente pálida, unos delgados labios rojos sobresalen de su espeluznante blancura, poseedor de unos ojos grises y cabellos rubios.

-¿Por qué no contestas, me empiezo a enfurecer?

-…

-¿Acaso piensas asesinarme?

-…

-Contéstame maldita sea, tu silencio me está matando.

-...

El sujeto volvió a respirar el humo y se retiró rápidamente, volteando a todas partes, pareciera que el no necesita de mucha luz para poder ver.

El cielo está lleno de espesas nubes, amenazando con llover en muy poco tiempo; ellas no permiten que se asome ninguna luz lunar ni mucho menos el brillo de una estrella.

El sujeto aprecia esto, parece recordar algo y deja de caminar a ese paso. Lentamente llega hasta el portal de una casa que todavía tiene una luz prendida.

-Será mejor que apague la luz.

-No sin antes contestarme.

-Perdóname.

-¿De qué esperas que te perdone?

-…

La luz de aquella casa dejó de brillar y a la vez las voces de aquellas personas no se escuchaban más. Ambos tenían una tétrica paz, pero su sueño los iba a consolar.

El cielo se prendía momentáneamente con gran estruendo, brillantes rayos iluminaban el firmamento y pronto comenzaron a caer las primeras gotas de una tormenta.

-Miriam… déjame entrar.

Un balcón que da a la calle empezó a abrirse lentamente, tratando de ocultar el rechinido de las bisagras oxidadas. El sujeto, más rápido que un humano, llego al balcón de un solo brinco y pudo penetrar en la habitación sin ningún problema.

-¿Estás lista para esto?

-Si… No… no quiero dejarlo sólo después de todo lo que él ha hecho por mí.

-No te arrepientas, no lo vas a dejar sólo.

-¿Va a sufrir?

-No.

Este sujeto se acercó poco a poco a ella, la tomó con sus dos manos por la cintura, las subió por los costados hasta llegar a su cuello, ahí se detuvo, lo acaricio dulcemente, ella no oponía resistencia, se acercó a él y lo abrazó. Se detuvo, volvió a subir sus manos hasta llegar a los cachetes, la vio fijamente a los ojos, ella se estremeció un poco, él doblo cuidadosamente el cuello de ella, acerco sus rojizos labios, primero la besó, después abrió su boca presumiendo su clara dentadura, de la cual los colmillos caninos fueron creciendo y se incrustaron en el hermoso y terso cuello.

Miriam dejo escapar un pequeño grito que se fue ahogando conforme el vampiro tomaba de su sangre. Ella sentía morirse que su vida se escapa por sus venas, a cada trago perdía vitalidad, pero antes de fallecer, el engendro se detuvo, la acostó en su cama, sacó una pequeña navaja de su bolsa y se cortó la muñeca.

El líquido brotaba más fuerte que de lo normal, quizá por la sangre de los que ha matado para vivir, levantó la cabeza de Miriam y coloco su sangrante brazo cerca de su nariz, para que ella lo oliera. Abrió abruptamente sus ojos, abrazó esa extremidad con todas las fuerzas que le quedaba y bebió de él sin cansarse. Conforme bebía sus fuerzas regresaban y sobrepasaban sus límites de humana. Tomaba pequeñas pausas para respirar agitada y llena de placer, pero no se alejaba de aquel brazo; parte de la sangre que tomaba se salía por las orillas de su boca, pero no se cansaba.

-Detente, deten…te, para… alto.

El vampiro puso su mano sobre la frente de Miriam y aventó su cabeza mientras retiraba su brazo.

-Quiero seguir bebiendo, tengo hambre, aliméntame.

-Te voy a dar de comer, pero no de mi sangre, si hubieras seguido tomando me matas.

El nuevo padre rompió la sabana y se la amarro en la herida, después volvió a verla.

-¡Nunca volverás a tomar sangre de mi!, ya te di el bautismo del vampiro, no volverás a tomar de mi. ¿Sigues con hambre?

-Si, no la puedo saciar.

-De acuerdo sígueme, preparé algo para ti.

Los dos vampiros salieron de aquel cuarto y se encaminaron a la habitación contigua, donde dormía tranquilamente el hermano.

-Demuéstrame tu lealtad y bebe su sangre.

-No sé si me atreva, no quiero hacerlo.

-Tienes que hacerlo. Piénsalo, apenas eres vampiro y necesitas de mis enseñanzas, tu sola morirías mañana mismo, así que si no bebes de él te dejaré sin importarme ya lo que sea de ti. ¿Entendiste?... Como pude crearte, puedo matarte.

-Si. Nada más dame un poco de tiempo.

El vampiro la dejó enfrente de su hermano y se fue a sentar en una silla para observar lo que ella hiciera.

Miriam veía fijamente a su hermano que aún dormía, lo contemplaba y en silencio le daba las gracias por todo lo que el había hecho por ella y al mismo tiempo le pedía perdón por todo lo que le hizo en su vida de humana y por lo que iba a hacer ahora.

Se acercó sigilosamente, abrió su boca sacando sus colmillos y dio la inevitable mordida con la cual ella viviría pero su hermano moriría. Él abrió sus ojos a causa del dolor, intentaba ver y quitarse de encima a su agresora, pero su escasa fuerza de humano no le ayudaba.

-Perdóname…

-Miriam.

Su boca alcanzó a pronunciar ese nombre, su última palabra antes de morir, mientras el vampiro parado atrás de Miriam disfrutaba ver esta escena.

-Ya eres una más de mi especie y mostraste tu lealtad, te felicito, deja el cadáver, si tomas sangre de alguien que ya murió te hará daño, salgamos de aquí.

Mientras los dos vampiros se alejaban del cuarto del nacimiento y de la muerte, la lluvia llegó a su apogeo, inundando las calles.

domingo, 18 de octubre de 2009

EL TÚNEL

Para aquellas personas que no sepan que es el túnel, solo comentaré que es un libro, una novela corta, de un escritor argentino llamado Ernesto Sábato.

Seguramente se han de preguntar: a mí de qué me sirve saber eso. Pues bien, si no se lo preguntaron de nada les va a servir leer lo siguiente, pero si sí o simplemente tiene curiosidad, les responderé.

Curiosamente les responderé con una pregunta ¿alguna vez han tenido la sensación de llegar a la locura, han cometido actos graves estando bajo la influencia de una terrible soledad, se han sentido obsesionados con alguna persona, sea quien sea, han querido vengarse del mundo y de las personas que los rodean por tener una extraña sensación de que todos los agreden?

Si se han sentido así, les recomiendo mucho, leer el libro y que vayan a pedir ayuda con un profesional para que no realicen lo que hizo el personaje principal de esta maravillosa obra.

Si no, solo imagínense lo siguiente: están en su trabajo sea lo que sea y dan todo lo suyo por hacerlo a la perfección, pero, hay un pequeño detalle en el que se esmeran muchísimo más aunque sea muy pequeño, pero ninguna persona se percata de ese mínimo detalle tan importante en tu trabajo, solo una mujer se da cuenta de esa magnificencia y crees que es la única persona en el mundo que te comprende.

Te obsesionas con aquella persona y quieres defender tu amor a capa y espada sin tomar importancia de nada ni de nadie, el único móvil que hay en tu mente retorcida es llegar a ella aunque existan muchos obstáculos, entre los cuales destaca el hecho de ella ya está casada.

Lo anterior fue una pequeña introducción acerca del libro yo les recomiendo mucho leer ese libro, porque es una de las mejores obras hispanoamericanas que existe. Esto es porque todos sus personajes están bien realizados, no hay ni uno que sobre y el nivel de verosimilidad es muy alto, porque el autor sabe enredarte en una atmósfera en la que sabes que todo lo que haga el personaje principal es cierto y puedes uno llegar a creer o pensar casi lo mismo que el.

Yo espero que con lo anterior se decidan y en vez de estar viendo que se encuentran en internet, yo les aconsejo que consigan el libro y lo lean realmente para que puedan entender la personalidad, tanto, del personaje principal como de los demás personajes.

El Túnel de Ernesto Sábato es literatura que uno no puede pasar por alto y dejar de leerlo, porque verdaderamente es muy bueno y los personajes están bien realizados, así que no pierdan el tiempo y léanlo, no se arrepentirán.

domingo, 4 de octubre de 2009

EL ARMARIO

En esta ocasión, me doy el permiso de publicar un cuento que escribí hace unos dos años aproximadamente, espero les guste

EL ARMARIO

-¿Has escuchado ese ruido? –dijo el infante apenas en susurro abrazando fuertemente el brazo del adulto.

-Sí, lo oigo con claridad, siento que su respiración suena en mi cabeza. –Le contestó Ramón.

Los pasos de aquella criatura se aproximaban poco a poco hacia el armario en donde estaban escondidos. La criatura se movía de un lado a otro impacientemente buscando a sus presas, pero no podía encontrar nada, así que empezó a olfatear y a escuchar con mucho cuidado.

Ramón y Arturo trataban de no moverse ni respirar para que esa cosa no los pudiese encontrar. Por un diminuto orificio del armario, Ramón podía observar lo que hacia el engendro sin que él lo pudiera ver. Para el engendro, el armario sólo era una parte de la casa, no podía apreciar lo que tenía enfrente, gracias a que los papas de Arturo años atrás tapizaron ese cuarto del mismo color y forma con las puertas del armario.

La criatura, con más que intentaba no podía encontrarlos y poco a poco se retiraba de aquella habitación, permitiendo que sus habitantes pudieran respirar con mayor facilidad.

-Parece que ya se va. –Susurró Ramón.

-Déjame ver por el hoyo, no sé que es lo que pasa.

-No lo creo conveniente, no te muevas o nos escuchará.

-Si ya no está no nos podrá escuchar y nos podemos ir, vamos que esperas abre la puerta.

-¡No! –exclamo Ramón en tono de mando para que aquel niño lo obedeciera. –Tenemos que esperar a estar seguros que ya no está, sino nos arriesgaremos mucho y yo no quiere morir, tengo familia que depende de mí y no quiero terminar como tus... –calló meditando en lo que estuvo a punto de decir.

- ¿Qué? no te oí ¿qué dijiste?

-Olvídalo, nada importante.

Nuevamente llegó a ellos otro momento de silencio, los dos trataban de escuchar algún ruido en su alrededor, esperando el momento oportuno de salida, aunque, llegó un momento en el que Ramón deja de escuchar y se sumergió en sus pensamientos.

-Maldición, no se por que me tenía que meter a está casa, sus gritos de ayuda no eran algo de mi incumbencia, y por eso ahora voy a morir sino cuido de mí. A lo mejor si no hubiera visto a esa silueta salir corriendo no hubiera entrado. Nunca creí que una criatura de ese tipo se pudiera llenar de tanta rabia, a atacar con tal violencia. Jamás me hubiera imaginada poder ver algo así: sangre regada por todas partes, extremidades cercenadas, cabezas con caras de sufrimiento, de horror, de temor; las pupilas dilatadas, esos ojos llenos de venas enrojecidas, por lo que sufrieron; lagrimas secas en las mejillas; caras deformes, carcomidas envueltas en sangre; vísceras en todas partes: en el piso, la mesa, escurriéndose por las ventanas; con marcas de mordidas. Si en ese momento me hubiera ido ahora estaría en casa, con mis hijos, más tarde mi esposa me consolaría por los gritos que escuche, hubiera llamado a la policía, ¡pero no!, ¡estoy aquí!, con la muerte a unos pasos de mí, esperándome allá afuera del armario, sin miedo de matar a otra persona. ¿Por qué no me fui? Por buscar sobrevivientes, ahora tengo que estar lidiando con un niño voluntarioso y consentido, que con su conducta, lo único que va a lograr es que nos maten a los dos, no quiero morir, necesito vivir. ¡Señor ayúdame por favor! No me dejes morir aquí, tengo que vivir, no me abandones ahora, te necesito demasiado. Por favor...

Un llanto ahogado interrumpió su pensamiento, su sufrimiento de saber que va a morir y que su Señor ya no lo escucha por haber pecado.

Aprovecha para secar el frío sudor que brota de su frente y concentrarse en lo que debe de hacer.

-Oye...mmm...mmm...mmm

Los pasos de la criatura nuevamente se acercaron, pero ahora más ruidosos y dispuestos a encontrar a los que faltaban, entra al cuarto, pone sus manos sobre su cabeza, voltea de un lado a otro y golpea la pared que da al pasillo del cuarto, una y otra vez, sin sentir dolor, brinca, emite un sonido, parecido a un chillido o un aullido, voltea a otra pared y también la golpea, vuelve a emitir ese sonido y a saltar, quedando de frente al armario, golpea la pared junto al mueble, estiró sus brazos y volvió a golpear y a emitir ese aterrador sonido, por lo cual no se percató del cambio de sonido entre la pared y la madera. Dejó de golpear y brinco emitiendo ese gemido, lamento o aullido, al caer al piso se dejó desplomar en él y terminar acostado

-¿Qué pasa?

-No sé, se acostó en el piso.

El pequeño no sabía que hacer, estaba espantado por los golpes, pero al enterarse que el engendro se tendió en el piso, echó a reír, pero afortunadamente Ramón alcanzó a ahogar esa risa delatadora.

La criatura se puso de pie y se sentó en la cama viendo fijamente el espacio donde debe de ir el armario y alcanzó a ver lo que para él era un punto negro, pero en verdad era el agujero por donde veía Ramón.

Poco a poco, la cosa se aproximaba a esa abertura, y Ramón tapaba con más fuerza la boca de Arturo, pero, sin apartar el ojo de la rendija. Cuando la criatura estuvo a sólo unos cuantos paso del agujero, Ramón instintivamente aparto su ojo de ahí, colocando su dedo índice para que la criatura no pudiera ver lo que pasaba dentro del armario.

Al llegar el engendro al hueco puso su ojo para poder ver, pero no aprecio nada y con el tacto alcanzó a sentir el dedo y la madera, notando que, había algo extraño en ese lugar, así que olfateó, hasta que pudo percibir algo distinto que le provoco duda y que abriera más sus endemoniados ojos.

El sudor que escurría por la mano que tapaba la boca de Arturo, provocó que éste sintiera frío y asco por tal motivo se desprendió de la mano de Ramón, se disponía a ponerse de pie, pero el adulto que lo cuidaba lo jalo hacia él metiendo la cabeza del niño en sus costillas para tapar sus gritos.

El engendro notó que había alguien escondido e intentó abrir la puerta haciendo su voluminoso cuerpo hacía atrás y dejándose golpear contra la puerta fuertemente. Ramón colocó su espalda en la pared y sus piernas en la puerta para que la criatura no pudiera abrirla.

Al notar la criatura que no podía abrir de esa forma el armario, se retiró aparentemente derrotado. Ramón tuvo oportunidad de descansar.

-Creo que no va a regresar –susurró el pequeño poniendo la cabeza en alto.

-No estoy seguro, escucha con atención...

-No oigo nada, ya hay que irnos de aquí. –Replicó el niño subiendo cada vez más el volumen de su voz.

-No, nos quedamos y será mejor que me obedezcas... y no escuchas nada por que no te puedes quedar callado.

En los cuartos del piso inferior la criatura buscaba algo con que poder abrir esa puerta y acabar con las dos vidas de los que se esconden.

El ruido que hacía se escuchaba en las casas contiguas, pero los hogares que construyó el gobierno están en muy mal estado y en cualquier momento se pueden desplomar, así que la mayoría de los dueños optaron por irse, los pocos que quedaban, sus casas estaban muy lejos unos de otros.

-¿Crees que pueda abrir la puerta? –Exclamó el niño con mucho temor.

-No lo sé.

-¿Y qué vamos a hacer?

-Tengo una idea...

El engendro mientras hacía ruido para sacar la herramienta adecuada para abrir la puerta, alcanzó a escuchar un pequeño sonido. No sabía si ese sonido en verdad lo escuchó o sólo estaba en su mente. Pronto lo iba a saber, encontró un martillo con el cual podría romper fácilmente la puerta.

Despacio, pero muy despacio la criatura avanzaba por la estancia, las escaleras y el pasillo hasta llegar al cuarto de Arturo. Esbozó una macabra sonrisa, hizo sus brazos hacia atrás y los impulso hacia delante dejando caer el martillo sobre las puertas de madera del armario.

Al escuchar el golpe Arturo se aferró fuertemente al brazo de Ramón e intentaba meter su cara en el bíceps del mismo, para así tratar de callar su llanto. Mientras tanto el adulto se metía más y más a la pared, tratando de no gritar cuando la madera se estremecía.

La criatura golpeaba la madera sin cansarse, hasta que por fin pudo romperla lo suficiente para retirarla con su brazo. Con sus manos agarró una parte rota de la puerta y la jaló a él para retirarla.

Arturo y Ramón se escondían entre la ropa guardada, espantados por lo que oían.

La criatura saboreaba sus siguientes asesinatos, ya sentía la tibia sangre escurrir en sus manos, bañarse en el líquido vital de las partes mutiladas. Cuando al fin abrió por completo el armario...

-¡Ahhhhhhhhhh!

Arturo y Ramón se taparon sus orejas, los agudos gritos del engendro taladraban sus cerebros, sentían que ellos también iban a gritar para sacar el aterrador sonido que escuchaban, pero ambos se aguantaron esas ganas.

Mientras la criatura terminaba de romper el armario, los sobrevivientes susurraban entre ellos:

-Fue buena idea habernos escondido en otro armario. –Dijo el pequeño agradeciendo la audacia de su compañero.

-Si ya lo creo. Si no nos hubiéramos ido de ahí ahora seríamos cadáveres.

-Oye... –Se detuvo para tragar saliva. – ¿sabes qué le paso a mis padres?

-¿No lo sabes?

-No. ¿Están vivos?

-¿Pues qué estuviste haciendo que no te diste cuenta?

-Estaba en mi cuarto, a punto de agarrar unos juguetes y ponerme a jugar. Escuche gritos y golpes me asusté y me escondí debajo de la cama.

Bueno... cuando... –Se detuvo y suspiró para tomar valor para decirle lo que paso –Yo siempre camino por esta calle de regreso de trabajar, normalmente dos horas antes que hoy, pero me quede a trabajar horas extras, y cuando estuve a unos metros de tu casa, había escuchado gritos y al pasar enfrente de tu casa me imagine que esos gritos provenían de aquí, te confieso que no hubiera entrado, a no ser, que vi una silueta salir corriendo, decidí entrar y averiguar que estaba ocurriendo. Al entrar vi muertos en el piso, mi primer reacción fue de huir, pero mi mente me decía que buscará sobrevivientes, vi a la criatura en la cocina husmeando, me dio desconfianza, subí y te encontré.

-¿Y de los muertos que viste, eran mis padres?

-No lo sé.

-¿Cómo eran?

-No los pude distinguir.

-¿Por qué no?

-...

-Contéstame. –Nuevamente subió el tono de su voz.

-Cállate, nos va a descubrir.

Los dos quedaron callados, ni uno ni otro se atrevía a hablar. Eso les ayudó a escuchar que la criatura estaba destruyendo los armarios de los demás cuartos.

-¿Y la silueta que viste?

-Estaba muy oscuro. Sólo sé que era un hombre, gordo y de baja estatura.

-Ah. Creo que era mi primo él siempre ha sido cobarde.

-Escucha eso, esta rompiendo todos los armarios, tenemos que huir mientras el hace ruido.

Ambos se pusieron de pie. Ramón abrió el armario poco a poco, asomó la cabeza, dio un rápido vistazo y salió, dándole la mano al niño, caminaron y se apoyaron en la pared a un costado de la puerta, esperaron un ruido fuerte. Este llegó y corrieron sin hacer ruido hacia las escaleras.

El infante se deslizó sobre el ensangrentado pasamano hasta llegar al piso. Ramón intento bajar las escaleras lo más rápido que pudo. En su carrera se resbaló con una marca de sangre impregnada en el escalón, cayó estrepitosamente, rodando por todos los escalones.

Arturo lo intentaba levantar pero no podía. El engendro al escuchar la caída se dirigió a las escaleras. Se alegro demasiado al ver a los dos sobrevivientes al filo de las escaleras y se lanzo sobre ellos, bajando de dos en dos los escalones.

Por la oscuridad, Ramón nada más distinguía las garras retractiles del engendro, las mismas con las que pudo cercenar a sus antiguas víctimas.

Por medio de la angustia se pudo levantar y caminar cojeando. Cuando estaban cerca de la puerta, la criatura saltó sobre él, derribándolo, después le propino un certero golpe al frágil niño, cortándole las venas del cuello, el chorro de sangre brotó al instante, esparciéndose por toda la puerta.

Antes de detenerse a destripar al niño, el engendro fue en busca de Ramón. Pudo saber donde estaba por que él al cojear hacía mucho ruido. Cuando lo tuvo enfrente sonrió presumiendo sus blancos colmillos que resaltaban en la oscuridad.

Ramón se paralizo del miedo y no pudo defenderse, sólo recibía los zarpazos otorgados por el engendro, el sudor que lo empapaba a él y a su ropa, paso de ser frío y ligero a ser tibio y espeso, a cada cortada que recibía se hacía más y más espeso.

No podía defenderse sólo pensar.

-Si no hubiera visto esa silueta corriendo, estaría con mi familia y no muriendo.